sábado, 29 de diciembre de 2007

"Mi amiga" la monja Celina, parte 2

¡Demonios! Me puse más pálido que el poto de un fantasma y busque con la mirada a la monja, me miró y estaba echando humo por las orejas, y los ojos se le querían salir de las órbitas, se acercó a mi lugar y grito:

¡Eres un mentiroso! ¡Ladrón! ¡Solo los delincuentes hacen eso!

Me tiro un par de soberbias cachetadas de ida y vuelta, creo que por esos días estaba con la gripe y los mocos se me fueron de viaje con cada cachetadón, no sé cómo las aguante, la mire con miedo y con odio, pero no lloré, me daban ganas de pararme y tirarle un par de patadas en las canillas, pero sabía que si hacía eso no regresaba más al colegio porque me ganaba una expulsión, así que me contuve, toda la clase me miraba y yo me moría de vergüenza. Los segundos se hacían eternos, me imaginaba la cara de mi amigo Pato, de miedo, y pensando si a él también le tocaría su dosis de cachetadones, pero no le dijeron nada, ni siquiera lo miraron. De pronto la monja me grito:

¡Fueraaa! ¡Te vas de acá y no regreses!
Saqué mis cosas y me fui, de camino a casa pensaba muchas cosas ¿Que diría mi madre? ¿Me correrían del colegio? Lo que más me preocupaba era lo que diría mi viejo, ese tío sí que era más duro que el Terminador, sí que nos daba nuestras buenas zurras cada vez que hacíamos travesuras de consideración.

Llegué a casa y mi madre estaba en la tienda, me miró sorprendida y le dije que en el colegio habían suspendido las clases, pero me conocía muy bien y no se tragó el cuento, luego de cambiarme la estuve ayudando de lo más empeñoso y obediente, entonces me hizo la pregunta de rigor:

¿Cuéntame que pasó realmente?

Se lo tuve que contar, le dije que había olvidado hacer la tarea de la lata forrada por haber trabajado con ella el día anterior, que la monja me había metido un par de cachetadas, etc. Tenía la esperanza de que vaya al colegio y ponga en su lugar a la monja, pero eso no paso, ella fue a hablar con la monja y le explicó por qué no había hecho la tarea, pero en ningún momento le recriminó esa actitud hacía mí, la monja le respondió que vaya al día siguiente llevándole la tarea hecha por mis propias manos. Aun hasta hoy me causa rencor recordar ese pasaje de mi vida, que mi madre no haya tenido otra actitud con la monja, al menos le hubiera gritado por haberme tratado de esa manera, antes los padres aceptaban el hecho de que a sus hijos les apliquen castigos físicos en el colegio, ahora todos sabemos que es un delito. Mi hija Lucía es la única que está en el colegio, sus hermanos Leonardo y Nicolás aún están pequeñitos, sí alguna vez les infieren algún castigo físico o psicológico, voy al colegio y pongo en su lugar al causante, y si es varón lo espero a la salida del colegio y le saco todo lo que se llama madre.

Al día siguiente regrese al colegio con una lata forrada y se la entregué a la monja, me miró con cara de pocos amigos y me puso 14 de nota, esta vez no pensé nada acerca de la calificación, me senté en mi lugar pensando en una manera de vengarme de la monja o de la chismosa de la clase, Celia. La venganza llegó aproximadamente al mes, ella se sentaba a 2 carpetas detrás de la mía, vi que masticaba un chicle haciendo bastante ruido, luego otro, y después de unos minutos otro más, debía de tener varios porque estaba en ese trajín hacia buen rato, así que se me ocurrió lo único que podía hacer para que la castiguen, usar lo mismo que ella usó para que la monja me regale "sus caricias", se lo conté, calmadamente y con una inocencia maligna relamiéndome los labios, dije:

¡Madre, Celia está masticando chicles hace rato y no deja que me concentre en la clase!

Me imagino que mientras se lo contaba debo haber parecido esos personajes de caricaturas que dicen sus planes malignos mientras se frotan las manos, a continuación la monja se paró y pregunto:


¿Celia, es eso cierto? la chismosa se puso colorada y por supuesto que lo negó chillando: ¡no madrecita, el chino es un mentiroso!

1 comentario:

Anónimo dijo...

tan interesante la historia y no hay continuación...